Consuelo Ordaz
“El amor me sostiene,
el infinito me nutre,
si me permito descansar en el amor
el universo me abraza”
.- Alejandro Quiyono
Septiembre 2001, Jerusalén. Las principales religiones monoteístas conviviendo día a día en un solo lugar, todos clamando tener la verdad. Caminaba por la ciudad vieja con los ojos bien abiertos, con mis sentidos percibiendo cada detalle, cada palabra, cada mirada, cada olor, cada sensación en mi piel, siempre cautelosa para no tocar, para ser amable, para respetar, observadora consciente en la expectativa de cualquier situación que pudiera surgir, pues cada día podía esperarse lo inesperado. Lugares santos para todos, todos en el mismo lugar, y la pregunta que inevitablemente llegaba: ¿quién tiene la verdad?
El tener la oportunidad de vivir varios años en Tierra Santa, y el convivir con tantas religiones al mismo tiempo, me regaló experiencias, y al mismo tiempo momentos de dicha y gozo al conectarme más con la divinidad.
Pero, ¿qué es la divinidad? La divinidad tiene varias definiciones, es la esencia o naturaleza propia de Dios o de los dioses, es un ser sobrenatural a quien se le rinde culto, un ser admirado por su belleza y características extraordinariamente buenas.
Para mí, la divinidad es Dios, es el ser supremo en quien mi ser descansa. La divinidad la encuentro en todas partes, y me he dado cuenta que entre más me conecto con ella, más paz siento en mi alma.
Y no es que antes no hubiera tenido la oportunidad de conectarme, las oportunidades siempre han estado ahí, pero pude hacer un alto en mi vida, en mi día a día, y ver las cosas como observador. Pude ver las cosas desde fuera, y comparar, pensar, y sacar mis propias conclusiones.
La divinidad me sostiene, me nutre, me protege, está en mí, y en ti, y en todo lo que nos rodea. Le ponemos diferentes nombres, pero es la misma esencia, queremos entenderla, pero nuestra razón y entendimiento son limitados. Podemos, en cambio, sentirla, porque el corazón percibe lo que los sentidos nublan. Podemos unirnos en su espíritu, pues nuestro espíritu es etéreo, y es lo que nos lleva de regreso a nuestro creador.
Y es que es fácil conectarme con la divinidad, porque se encuentra en todas partes, basta con abrir mis sentidos, todos y cada uno de ellos y percibir, estar abierta, atenta, consciente, presente, siempre en agradecimiento y amor.Todo es expresión de su ser, y todo me da amor.
Y si descanso en el amor, ¿qué mas puedo necesitar?
Namaste.
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