Alejandro Quiyono
“Buscador no hay destino
se hace destino al volar.
Para ya de mirarte en los libros
sus letras ahogan los latidos
silencian el grito rebelde y corajudo
que pulsa sangrante
desde el fondo de tu pecho.
Para ya de buscarte en las estrellas
el Mercurio retrógrado no es el responsable
la luna menguante no te traerá
con la marea de cómplice
a ese príncipe danzante.
Para ya tus pujas y rituales
sus continuas repeticiones
licúan la sangre
y engañan a las venas,
pues ellas no te regalarán la consciencia.
Buscador no hay destino,
se hace destino al volar.
Empieza a escucharte
en los horizontes del amanecer
cuyos rayos dibujan
los secretos de los sabios
y dictan la dirección del camino a recorrer.
Empieza a leerte
en los ojos del mar
cuyas olas revuelcan las ideas
marean a los marinos
y disuelven a los bloqueos más profundos.
Empieza a escuchar las enseñanzas del alma
su suspiro trasciende el espacio y el tiempo de la mente
su verbo
sosiega el caos y te acuesta en la infinita calma.
Buscador no hay destino,
se hace destino al volar.”
La primera experiencia profunda de yoga cambia la vida. En algún momento importante se empieza. Quizás después de alguna caída o pérdida. Quizás causalmente acompañando alguna amiga. Quizás por “accidente” se termina en algún perro abajo. Sea como sea se inicia y ese momento despierta una chispa, un fuego que quizás estaba latente o apagado.
Yo recuerdo perfecto ese momento hace 18 años. Estaba agotado de mis penas, sediento de nuevas ideas, náufrago del alma en el desierto de Nuevo México. Estaba mareado por 9 días de meditación intensa, baños fríos de cuatro de la mañana, horas y horas de recitar extrañas palabras que significaron el universo entero por dentro, dieta de frijol mongo, lechuga, zanahorias y betabel. Las resistencias se perdieron. Las máscaras cayeron. La muralla se desmoronó. Fue una belleza que viví junto a 1500 personas con turbante y vestidas de blanco agitando los brazos al cielo y entonando simultáneamente Har Har.
¿No te ha llegado este momento?
¿Te preguntas porqué o para qué pasar por todo esto?
La respuesta es simple, porque después de ese momento no se puede ser el mismo, el mundo cambia de color, el ojo con que se mira se transforma. Nada sabe igual después de ese despertar. Porque al abrir la consciencia es más fácil entender la diferencia entre lo sustancial y lo innecesario. El equipaje se hace ligero y el esfuerzo suave.
¿Cómo encontrar el momento?
Yo creo que uno no lo busca. El momento lo busca a uno. Y después de eso uno trabaja para disolver los obstáculos. Limpiar el camino de miedos, apegos, aversiones para abrir el corazón. Y así, los momentos siguen llegando y lo único que se necesita hacer es abrir los brazos para recibirlos y purificar la mente para que el corazón pueda escucharlos.
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